jueves, 6 de marzo de 2008

DE LOS INSULTOS A LOS ABRAZOS: FRÁGIL RECONCILIACIÓN



LAURA GIL

Marzo 9 de 2008

El Tiempo


Con conocimiento de causa, Colombia violó una norma fundamental del sistema internacional -el respeto a la integridad territorial-.


Apostó fuerte y ganó. Primero fue la equilibrada resolución de la OEA. Luego, los gobiernos de Ecuador, Venezuela y Nicaragua dieron por terminado el enfrentamiento en Santo Domingo. El intercambio de acusaciones sostenido durante la cumbre del Grupo de Río no impidió los apretones de mano -algunos forzados, eso sí- del final.


La crisis diplomática desatada estuvo a punto de obnubilar los réditos obtenidos. En el frente militar, todavía es temprano para conocer el impacto de la muerte de Raúl Reyes, pero es de esperar que sea importante. ¿Será el asesinato de Iván Ríos a manos de sus propios hombres una de sus manifestaciones? En el campo político, la mayor ganancia estuvo lejos de ser calculada. La incursión en territorio ajeno -ilegal, no cabe duda- sacó a los topos de sus guaridas. No se trata de minimizar la importancia del rompimiento de relaciones con tres países de las Américas. Pero sí de entender que la crisis diplomática que Colombia enfrentó también constituyó una oportunidad.

Las cartas estaban echadas. Nadie podía esperar que el computador de Reyes contuviera tanta información comprometedora para los países vecinos. Con ella, el Gobierno colombiano emprendió una ofensiva para probar la complejidad de su problemática. Prueba fehaciente de un vecindario inhóspito se encuentra en el minuto de silencio de Hugo Chávez por Raúl Reyes -solo una de las afrentas chavistas a este pueblo colombiano victimizado-.

La solución de la crisis parecía evidente: el compromiso de respetar la inviolabilidad territorial de los vecinos a cambio del fin de la cooperación con las Farc.


Las gestiones humanitarias, como las que apareció invocando Ecuador, no pueden seguir sirviendo de escudo para encubrir complicidades: solo quienes no quieren ver pueden ignorar esta verdad.

Pero ninguno de los países reconoció apoyar, ni siquiera en el ámbito político, a las Farc. Tampoco ninguno asumió compromisos específicos en materia de seguridad fronteriza. Por eso, el problema de fondo no se resolvió en Santo Domingo.

Cabe recordar que la Cumbre de Santo Domingo reencauchó a Hugo Chávez para el acuerdo humanitario. No en vano presentó seis pruebas de supervivencia ante los jefes de Estado americanos. ¿Se podrá contar con su prudencia?

Por otro lado, ¿cuánto durará esta reconciliación? No mucho. Por eso, la Secretaría General de la OEA no debe ahorrar esfuerzos para proponer fórmulas innovadoras de verificación fronteriza que permitan dar confianza a la región entera. No nos engañemos: ni Colombia confía en sus vecinos ni ellos en Colombia. La presencia de la OEA se torna fundamental.

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