martes, 17 de junio de 2008

LA GUERRA DE GUERRILLAS PASÓ A LA HISTORIA

El Nuevo Herald, publicado el martes 17 de junio de 2008


Foto El Nuevo Herald
RAFAEL GUARÍN

Los gobiernos, medios de comunicación y analistas recibieron como un giro inesperado que Hugo Chávez dijera a las FARC que ''la guerra de guerrillas pasó a la historia''. En realidad no se trata de un cambio de criterio, es más bien un hábil movimiento táctico, que busca oxígeno político en medio de una creciente presión foránea y del deterioro interno de la favorabilidad ciudadana.

El propio Nicolás Maduro lo precisó: ''No es sino la ratificación de una posición histórica del gobierno de Chávez a favor del proceso de paz en el vecino país''. Mucho antes, el ''ideólogo'' de la revolución, Heinz Dieterich Steffan, había señalado que ''la guerrilla clásica ha dejado de ser un acceso estratégico a una sociedad no capitalista''. Eso sí, aclaró, que ``el uso de las armas sigue siendo legítimo en la defensa de los intereses de los pueblos''.

Lo cierto es que la expansión de la revolución bolivariana ha venido a través de las urnas y no de las armas, aunque en países en que temporalmente triunfa no faltó en la carrera al poder la aplicación del principio leninista de combinar las formas de lucha, efectuando actos desestabilizadores y violentos.

Dicha deformación leninista, en la que todo vale, es la que inspira al primer bolivariano del continente a ver en la guerrilla una aliada. A pesar de que sabe que la vía armada no es el camino al poder en Colombia, es consciente de que frente a un establecimiento político adverso la acción armada es útil si se combina adecuadamente con movilización social, injerencia externa, propaganda y participación electoral.

Por eso, en el plano político, la retórica humanitaria la acompaña con alusiones a un proceso de paz, en el que su propuesta de reconocer beligerancia a la guerrilla es sólo un paso en la ruta trazada, pero insuficiente. Se requiere una estrategia electoral que derrote la política de seguridad democrática en las urnas y permita iniciar una negociación con la guerrilla. Ahí entran en escena Piedad Córdoba y el Polo Democrático Alternativo. Todo culminaría, según los planes farchavistas, en una asamblea constituyente que siente las bases de la revolución bolivariana.

¿Qué explica, entonces, que Chávez apoye militar y financieramente a las FARC, si lo que busca es una negociación y no la victoria militar de la guerrilla? Por lo menos dos razones: la recomposición del escenario político y el consecuente cambio hacia los diálogos de paz es posible si se demuestra y se convence a los electores de que después de diez años de Plan Colombia y millones de dólares invertidos, la guerrilla se fortaleció y mantiene gran capacidad militar. Proporcionar misiles y armas antiaéreas al grupo ilegal tiene como objeto, como lo señala un email de alias Iván Márquez, ''de un solo golpe bajar unos 10 aparatos voladores'' y, con ello, modificar ''la concepción de los mandos militares'' y destruir la percepción que tienen los ciudadanos de la política de seguridad democrática.

La segunda motivación, obedece a que la principal hipótesis de guerra de Venezuela es una intervención militar de Estados Unidos desde territorio colombiano y a la utilidad que otorga a la guerrilla para enfrentar la ''agresión imperialista''. ''La contrapartida popular'', aprobada en el Congreso de la Coordinadora Continental Bolivariana, consagra que junto a las fuerzas armadas bolivarianas de Venezuela ''cobran especial valor la existencia y el fortalecimiento de las FARC y otras fuerzas insurgentes''. En los países en que ''existen fuerzas insurgentes hay que potenciarlas y desarrollarlas'' y donde no ''procede crear esas fuerzas capaces de disuadir''. Como si fuera poco, el ministro del interior, Rodríguez Chacín, pidió entrenamiento en combate guerrillero a las FARC, consecuente con el planteamiento de guerra asimétrica adoptado por su gobierno.

Finalmente, teniendo claro que nada ha cambiado, ni cambiará en el corto plazo, lo dicho por Chávez son simples fuegos artificiales que buscan reducir el impacto de la información derivada de los computadores de Reyes, reducir la presión internacional por sus relaciones con el terrorismo y evitar probables consecuencias negativas en las elecciones venezolanas de noviembre. Pesa también que McCain y Obama hayan coincidido en exigirle claridad sobre sus nexos con la guerrilla.

En conclusión, fue un giro verbal de 360 grados y un intento de reacomodarse sobre los mismos rieles. Colombia sigue siendo la joya de la corona para la revolución bolivariana, las FARC sus aliados estratégicos y la retórica humanitaria y la paz, las herramienta para expandir el socialismo del siglo XXI. Empero, la comunidad internacional y el gobierno colombiano deben seguir el juego y aprovechar para reclamarle que sus aseveraciones se traduzcan en repudio a la guerrilla. El teniente coronel volverá a quedar en evidencia.

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lunes, 16 de junio de 2008

EL CAMUFLAJE DE LOS FARIANOS

Publicado en www.semana.com el 16 de junio de 2008


Caricatura de Matador. www.eltiempo.com

¿Por qué sorprenderse que existan personas en la política, medios de comunicación, universidades y otros menesteres, que estén orgánicamente articuladas a la guerrilla?

RAFAEL GUARÍN

Las graves revelaciones provenientes de los computadores de Raúl Reyes, que comprometerían a congresistas, académicos, periodistas y “personalidades” con las Farc, confirman la coincidencia ideológica de pequeños pero influyentes sectores de la sociedad con la guerrilla y que ésta cuenta con un entramado político que se camufla en la legalidad.

Entre las reacciones generadas sobresale el evidente doble rasero con el cual se trata a políticos descubiertos en andanzas con el crimen. Revistas, columnistas, programas de televisión y editoriales radiales que se explayan en condenas y excomulgan a todo aquel que se mencione en los procesos contra los paramilitares, sin esperar siquiera investigación o sentencia judicial, están a punto de desgañitarse tratando de desprestigiar los computadores y de crear un ambiente que favorezca la impunidad de los que profesan, desde la legalidad, como adalides del terrorismo fariano.

Durante las últimas semanas se han escuchado y leído las más inverosímiles versiones. “No es lo mismo que un político esté vinculado a los paramilitares que a la guerrilla”, “las Farc no son lo mismo que los paramilitares”, “sí; ambos cometen crímenes pero sus motivaciones son distintas”, “la farcpolítica no es más que una cortina de humo para tapar el régimen narcofacista”. El periódico Voz lanzó la siguiente perla: es una “patraña oficial” y una “escandalosa farsa”, para concluir que se “pretende judicializar la lucha por la paz y el intercambio humanitario”. Tales argumentos demuestran, según el autor, ingenuidad, ignorancia, antiuribismo irracional, propaganda y un intento por encubrir el delito.

Realmente, lo extraño sería que las guerrillas no tuvieran aliados en la legalidad. El senador del Polo Democrático Luis Carlos Avellaneda lo reconoce: “Las Farc y el Eln también han tratado de infiltrar el poder nacional, regional y local de Colombia”. Esto se explica por que el grupo armado visualiza la victoria como resultado de la confluencia entre acción armada e insurrección, esta última, en términos de Lenin, es “la respuesta más enérgica, más uniforme y más conveniente del pueblo entero ante el gobierno”.

Para lograrlo, se requiere que junto al aparato armado se teja un aparato político encargado de la movilización de masas y de promover el levantamiento popular. Uno y otro, muy temprano, se distribuyeron regionalmente. El primero tomó cuerpo en zonas en que la geografía obró como aliada, mientras la acción política se concentró en centros urbanos.

Gilberto Viera, sempiterno Secretario General del Partido Comunista, lo señaló así: “Cuando comienza la lucha armada en Colombia, del 50 en adelante, el Partido elabora su orientación táctica que hemos llamado la combinación de todas las formas de lucha”. “No se excluyen ninguna forma de lucha, sino que se trata de combinarlas todas adecuadamente”. Y cuando Viera decía “todas”, eran todas, es decir, guerrilla, acción de masas, marchas campesinas, brotes de violencia en las universidades, actividad sindical y representación parlamentaria y en los restantes cargos de elección popular, entre otras.

Eso no ha cambiado. El Manifiesto de las Farc y lo que se conoce de la IX Conferencia muestra que ese proceder sigue siendo el instrumento táctico y estratégico. La novedad es la creación del Partido Comunista Clandestino de Colombia (PC3) que opera en desarrollo del plan estratégico o de la llamada Campaña Bolivariana por la Nueva Colombia. Entonces, ¿por qué sorprenderse que existan personas en la política, medios de comunicación, universidades y otros menesteres, que estén orgánicamente articuladas a la guerrilla?

Las Farc no buscan copar el Congreso a la manera narcoparamilitar, pero si un nuevo gobierno que surja de una alianza con organizaciones y sujetos afines. Más peligroso que el Mono Jojoy es un farcpolítico infiltrado en instancias de decisión estatal y que utiliza las instituciones democráticas para destruir la Constitución. Su capacidad de daño es mucho mayor que la de un cabecilla guerrillero en las profundidades del Vaupés.

Las laptops de Reyes desencadenaron una gran oportunidad de desmantelar ese entramado político aplicando el Estado de Derecho y no la barbarie, camino seguido, en los años ochenta y noventa, por criminales de lesa humanidad que se propusieron exterminar a los miembros de la Unión Patriótica que maniobraban en el marco de la combinación de todas las formas de lucha y también los que estaban ajenos a ella.

Es muy grave que se llegara a demostrar que el Partido Comunista continúa en esa estrategia, ya no como la vanguardia, sino como apéndice de las Farc. Igual si comprueba idéntica conducta en otras facciones del Polo Democrático y del Partido Liberal. Pero más grave sería que la administración de justicia no actúe. Por lo pronto, las declaraciones provenientes de la Corte Suprema de Justicia inquietan. No sea que la mano invisible de comunistas y farianos terminen escribiendo sentencias de impunidad.

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viernes, 6 de junio de 2008

UNIVERSIDADES O SANTUARIOS FARIANOS

Foto del Diario del Huila - Universidad Surcolombiana


RAFAEL GUARÍN
Revista Semana - edición on line. www.semana.com
Fecha: 06/03/2008 -

El 3 de abril estudiantes encapuchados de la Universidad del Valle quemaron una patrulla de policía. A final del mismo mes, jóvenes en la Universidad Surcolombiana de Neiva trataron de quemar vivos a miembros del Esmad. La semana pasada en la Universidad del Tolima un artefacto explosivo, lanzado por un estudiante, por poco degolla a otro y en la Universidad Pedagógica, atacaron con ácido a miembros de la fuerza pública. La cosa no para ahí. Al interior de la Universidad Nacional se presentan amenazas y se persigue a quienes reclaman regresar a las aulas. Docentes renunciaron a cátedras para evitar ser agredidos. Temen ser asesinados.

Los estudiantes de las universidades públicas están en todo su derecho a protestar, pero una cosa, muy distinta, es emplear la violencia e integrar grupos ilegales. Sería estúpido criminalizar a toda la comunidad universitaria, pero más estúpido es contemplar, con los brazos cruzados a los que imponen por la fuerza su voluntad.

Alumnos y profesores pueden opinar y tener la convicción política que les plazca. Hace parte de su ámbito de libertad e impone a las autoridades respetar y proteger ese derecho fundamental. El problema es que mientras algunos deciden manifestarse pacíficamente, otros buscan convertir los campus universitarios en escenarios de guerra.

Esto obedece a una forma torcida de leer la sociedad colombiana y al desprecio a los canales democráticos para tramitar reivindicaciones. Quienes atentan contra la vida de un policía lo hacen bajo la idea que éste encarna la represión y no el ejercicio legítimo de la fuerza del Estado. Creen que en Colombia hay un Estado terrorista y opresor, conclusión a la que llegan después de un cuidadoso lavado de cerebro.

En la galería de los recalcitrantes hay fanáticos, despistados, desadaptados y “estudiantes” de profesión. Es vieja la estrategia de la juventud comunista de infiltrar personas que pasan décadas estudiando (sin graduarse nunca) y saltando de universidad en universidad, haciendo una larga carrera de agitadores y reclutadores.

Otros mamertos, más exóticos, pero no menos bárbaros, son los autodenominados “Guardias Rojos”. A esas modalidades se agrega la presencia del Partido Comunista Clandestino Colombiano, maquina de penetración de las Farc, al que no sólo pertenecen “alumnos” sino apologistas de la violencia, disfrazados de profesores.

Los camuflados en la academia no actúan solos. Se articulan en una agenda coincidente con las guerrillas y aprovechan afinidades con facciones del Polo Democrático y del Partido Liberal. Hacen parte, también, de la Farcpolítica en la medida que operan dentro del célebre postulado de la “combinación de todas las formas de lucha”. ¡Ni más faltaba que los camaradas de las Farc y del Eln renunciaran a tratar de controlar las universidades!

Nada está improvisado. No hay que olvidar que Tirofijo, en “su última proclama”, de diciembre de 2007, recuerda que “es necesario utilizar las diversas formas de acción, movilizaciones con objetivos muy concretos” y que “los cuadros farianos están obligados a conducir las organizaciones de masas bajo su dirección”. El derecho legítimo a la protesta estudiantil está en riesgo cuando la guerrillera y ciertos sectores escondidos en la oposición pretenden interferirla y manipularla. Igual sucedió con las marchas campesinas de octubre del año pasado, la del 6 de marzo y la reciente de los cocaleros. El primer reto de cualquier protesta es mantener su plena independencia de los intereses terroristas.

El gobierno Uribe está demorado en cumplir con la obligación de liberar del miedo y la amenaza permanente a las universidades públicas. Debe ser contundente con los que delinquen para garantizar el derecho a la protesta de los demás. No se puede permitir que los planteles se conviertan en nuevos “caguanes”, en los que una minoría violenta amedranta a los ciudadanos, secuestra el debate y aniquila el imperio de la razón.

La autorización para entrar a las universidades no es suficiente. Se necesita su presencia permanente en las instalaciones. Para eso no se requieren mandatos judiciales, ni acuerdos con directivas. Ya comenzaron a teorizar y a decir que se desconoce la autonomía universitaria. ¡Falso! Quienes la violan son los grupúsculos que la someten mediante el terror. El ingreso de la fuerza pública a las universidades se hace para preservarla. La Policía tiene que respetar las libertades de pensamiento y expresión, al tiempo que protegerlas; debe impedir la violencia, salvaguardar la comunidad educativa y la Fiscalía judicializar a los que cometan crímenes escudándose en la protesta.

Es una excelente oportunidad para demostrar que se puede proveer de seguridad a los claustros, sin vulnerar los derechos, preservando el pluralismo y sin represión. Las bandas en las universidades necesitan héroes, justificaciones para el uso de la violencia y hechos que polaricen contra las directivas académicas y el gobierno. Sueñan con legitimarse, quisieran muertos en sus filas, aumentar simpatías y encontrar eco a la falacia del Estado terrorista, provocando excesos de la fuerza pública. ¡Ojo, en esa trampa no se puede caer!

Por otro lado, es absurdo que los revoltosos sean liberados horas después de su captura o que se mantengan como estudiantes. ¿Dónde está el problema? ¿En la ley? ¿En los reglamentos internos? ¿Se están efectuando detenciones indiscriminadas que se caen por falta de sustento probatorio? ¿Dónde están los organismos de inteligencia? La impunidad que cubre a los vándalos incentiva la repetición y convierte a las universidades en santuarios farianos. ¿Cómo es posible que las terroristas que quemaron un Transmilenio sigan estudiando en la Universidad Nacional? Las aulas no pueden ser canteras de violadores de derechos humanos. La seguridad nunca se conseguirá plenamente mientras en su seno sigan produciéndose criminales de lesa humanidad; para la muestra un botón: Alfonso Cano.

Nota: ¡Las cosas que hay que ver! Al parapolítico Salvador Arana le pareció que afectaba su dignidad que lo esposaran, pero no estar prófugo, acusado de asesinato.

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